Con más de 7,5 millones de visitantes anuales, Barcelona es el caso más exitoso de promoción turística del ya de por si exitoso sector turístico español. Una suerte de versión 2.0 del modelo de sol y playa, que se demuestra capaz de atraer gran diversidad de perfiles a través de su oferta de ocio, cultura, negocios y entorno natural.
La otra cara de la moneda es el precio a pagar por este éxito que inunda las calles de la ciudad de turistas, conlleva la masificación de las zonas con mayor concentración de puntos de interés, empuja los precios y genera molestias en determinados sectores.
Sin duda hay muchos puntos por racionalizar, y medidas como la normalización de usos turísticos, el incentivo de nuevos puntos de interés, la regulación de los apartamentos turísticos, etc tienen todavía mucho camino por recorrer.
Con todo ello, a muchos nos preocupa una corriente cada vez más extendida que atribuye al turismo todos los males de la ciudad. Personalmente creo que hay mucha demagogia en estas posiciones. El turismo en Barcelona
ha conllevado muchos más beneficios que inconvenientes. Y lo afirma alguien que ha vivido toda su vida en el centro de la ciudad.
En Cataluña hace tiempo que la industria no levanta cabeza, las sedes multinacionales están mayoritariamente en Madrid, los investigadores destacados se exilian, tenemos un considerable déficit fiscal con el estado y el paro se mantiene en tasas muy altas haciendo mella en el bienestar social y el consumo. Todo esto sin ignorar que el sector primario y los recursos energéticos y naturales nunca han sido nuestro punto fuerte.
En este contexto resulta sorprendente que haya quien no sepa reconocer que el turismo es un motor económico que ha permitido mantener y crear muchos puestos de trabajo y sustentar directa o indirectamente muchas empresas y familias.
Y sus aportes no acaban aquí. El poder de atracción de Barcelona es uno de los principales agentes importadores de talento, provoca que muchos profesionales destacados conozcan la ciudad y fijen aquí su residencia y esto genera dinamismo emprendedor e inversión, atrae conocimiento, desata tendencias y conecta de lleno con el carácter cosmopolita, abierto y comercial de nuestro ADN mediterráeo.
Los mismos que por pesimismo o esnobismo critican el turismo porque les complica ir al Parc Güell son los que en condiciones normales nunca los visitarían, pero en cambio acuden encantados al Sonar o al Primavera, al Mobile Congress o tienen al alcance volar por 20 euros a cualquier lugar de Europa desde Prat. Olvidan o quieren olvidar que gran parte de todo esto se lo debemos al turismo.
De igual modo que Barcelona lleva 2000 años mutando y reconfigurándose, lo seguirá haciendo en el marco del mundo global en el que vivimos, sin que ello supongo desnaturalizarse. Como Barcelonés estoy orgulloso de mi ciudad con sus ventajas y defectos, me siento honrado que gente de otras partes nos visite y deseo que la ciudad se mantenga viva y abierta como siempre ha sido.
Con sentido común y sumando opiniones y sensibilidades se podrá racionalizar la oferta, socializar el beneficio que se produce y se distribuirán mejor los flujos turísticos por la ciudad para que todo el mundo pueda disfrutar y hacer su uso. Este siguiente paso, el del turismo 3.0 está al alcance, solo espero que ningún iluminado se cargue una de las pocas cosas que aun funciona!
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10/07/2015
ECONOMIA: El Turismo en Barcelona y el riesgo de cargarnos un éxito colectivo
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