Yuka, agua en Quechua. Una metáfora de lo que es esencial, que acompaña todo el fluir de la última película de Icíar Bollaín.
‘También la lluvia’ es en primera instancia el relato de un rodaje sobre la conquista de América por parte de la Corona Española y en términos universales, una reflexión sobre la difícil paridad entre la ambición y la dignidad, escenificadas en este caso en las figuras de Colón y de algunos miembros de la iglesia que, como Bartolomé de las Casas, se opusieron a las brutales prácticas de sus compatriotas.
Bollaín mantiene su preocupación por contenidos comprometidos, en una película que podría ser prima hermana del ‘El Jardinero Fiel’ de Fernando Meirelles, y en la línea de directores como Fernando León de Aranoa o Ken Loach. No en vano el guionista de ‘También la lluvia’ es un habitual de las películas del inglés.
La disposición argumental parte de la decisión del productor del documental, interpretado por un Luis Tosar muy Luis Tosar, de localizar el rodaje en Cochabamba, una pequeña ciudad de Bolivia donde está a punto de estallar una rebelión social. La privatización del agua que el gobierno local pretende, amenaza con complicar aun más la vida de la población, cuyos recursos están roídos hasta la médula.
En medio de este torrente de lucha por la dignidad, la historia nos muestra como los miembros del equipo de rodaje tratan de llevar a buen puerto el proyecto, a contracorriente de las diferencias culturales con los colaboradores nativos, las discrepancias internas del equipo y el espejo moral al que ven sometidas sus ambiciones.
El avance del relato nos va ofreciendo continuas analogías entre la explotación que sufrieron en sus carnes los nativos del siglo XVI y la que hoy en día siguen sufriendo gran parte de los habitantes del altiplano andino. En 'También la lluvia', el agua rinde cuentas al oro, de la misma forma que en el pasado el indígena colombino vió arrebatada su propia alma.
Uno de los méritos de ‘También la lluvia’ es aproximar una historia tantas veces repetida como la invasión de América, desde la expresividad de la mirada de un operario indígena perdido en un segundo plano. O lograr resumir en un diálogo de apenas un minuto las diferentes sensibilidades del Homo Occidentalis, frente a la situaciones de explotación e injusticia social. En este sentido, el metraje de Bollaín corre a un ritmo muy intenso, tanto en lo narrativo como en lo emocional.
‘También la lluvia’ es por tanto, una serie de círculos argumentales concéntricos. El productor del documental paga ‘two fucked dolars’ por día de trabajo a los indios del casting, de igual forma que Colón mandaba cortar un brazo al esclavo que no lograba encontrar suficiente oro en el río. No obstante existe un tercer círculo concéntrico: ¿Cuánto habrán cobrado los figurantes reales de la película?.
Ya ves, las alabardas del siglo de oro apuntan amenazantes nuevos objetivos; nuestra consciencia como espectador contemporáneo. Gran película.